Siempre me han gustado los cuentos. Cuando están bien escritos se hacen amenos y en pocas palabras guardan mucho en lo que pensar. No he escrito demasiados, supongo que porque la vena macabra acaba aflorando y recuerdo más a un Antón Chéjov sin talento que a Jacob o Wilhelm Grimm en plena forma. También es lógico, si supiera escribir bien me estaría dedicando a ello y no abriendo un blog en una cuenta de google y contándolo por facebook. En fin, sin más divagaciones ni dilaciones quería compartir con vosotros un cuento que escribí hace unos meses y que solo le enseñé a algunas personas cercanas. Agradecería que escribierais cualquier crítica constructiva que se os pase por la cabeza. Ojalá lo disfrutéis ¡Y a pasarlo bien, que es el último sábado del año!
La flor y la
gota
“Érase una vez una gota que
cayó sobre una flor. De una nube, quiero decir, como caen las gotas, y el caso
es que en lo que tardó en deslizarse desde los pétalos a su cáliz se enamoró
perdidamente de ella. Cada molécula de H2O se enamoró profunda y perdidamente
de los grupos carbonatados que desprendían vida en el pistilo que latía en el
interior del capullo, y hasta aquí parece una historia normal. Lo que hace a la
historia maravillosa y apasionante es que la flor se quedó prendada por la
suavidad con que la gota la recorrió y, sin pensarlo, dejó que su savia hablara
por ella y le juró amor eterno, y se enamoró profunda y perdidamente de ella,
le gritó al cielo que la amaba y escupió polen mientras convulsionaba entre la
agonía y el éxtasis dibujando formas de amor en el firmamento. Como suele pasar
en este tipo de historias, el tiempo pasa y las desgracias acaecen. Es bien
sabido que las leyes nunca se han entendido con los amantes, o viceversa, y no
hay ninguna ley tan inexorable ni inevitable en este planeta (que es donde
transcurre la historia) como la ley de la gravedad. De modo que la gota, que
fracasó en el intento de adherirse a la flor durante toda la eternidad, fue a
estrellarse contra el suelo, donde estalló en mil esquirlas de diamante que
refulgieron durante un segundo que a la flor se le hizo eterno. Mil esquirlas que
parecían dibujar un corazón instantes antes de desaparecer.
Tras la muerte de la gota, la
flor quedó desolada. Ni abrir sus pétalos a su amigo el Sol quería, tan grande
era la tristeza que la embargaba. Ni entrelazar sus raíces en su madre la
Tierra, tan honda era la pena que se apoderó de ella. Pasaron los días, y fue
perdiendo belleza y vida a partes iguales. La flor se marchitaba.
Dicen que el tiempo y el dolor
nos vuelven sabios, y lo mismo les pasa a las flores, incluso cuando tienen el
corazón roto. Poco a poco entendió que dejarse morir no la haría recuperar a la
gota que, en tan solo un instante, le había robado el sentir. También pensó “Si
ella estuviera aquí no querría verme de esta forma” y volvió a lucir y a
abrirse, si no con la misma energía de antes, al menos con la misma buena
intención. Al abrir de nuevo sus pétalos y sus raíces, sintió un contacto
familiar y conocido que la llenaba por dentro y la colmaba poco a poco de
cariño y energía “No puede ser” se repetía a sí misma al notar como la gota
vivía dentro de ella, estaba en el aire, en el suelo, en la savia “No puede
ser” pero así era.
La gota vivía dentro de ella.
Fuera de ella. La gota era ella. Las mil esquirlas de diamante estaban y no
estaban con ella. La gota no existía, pero estaba con la flor, sólo que de una
forma diferente. En vez de seguir su camino por la tierra y acabar con sus
hermanas formando parte de algún río, la gota, por amor, había decidido dejar
de existir como tal para formar parte de su amada y de esta forma darle vida.
En forma de vapor de agua, acariciando los poros de sus hojas. Diluida en la
tierra, besando sus raíces. Siendo savia viscosa, reafirmándola por dentro.
Así, la gota vivió con la flor, en la flor, hasta el fin de los días de ésta.
Hoy día viven las dos en lo profundo de la tierra, felices y satisfechas de
saber que todo cuanto vive sobre la superficie del globo obtiene su energía y
se asienta sobre ellas. Sobre el sacrificio de la gota. Sobre el amor que ambas
sienten. Porque el amor es la fuerza que mueve el mundo”
"Acaecer." "Refulgieron".
ResponderEliminarDe pequeño me gustaba mucho la literatura latinoamericana, con su profusa adjetivación, "la nieve es blanca y el mar azul", y todas esas frases construidas con primor y creciente dificultad. Esa pugna por embellecer aún más un texto que realmente no lo necesita, por buscar el sustantivo más peregrino que se le pudiera ocurrir al autor para construir cada frase. El resultado puede ser maravilloso... a veces. Con el tiempo, aparte de volverme inculto y cateto, he ido prefiriendo el estilo anglosajón: simplista, breve y reservando los adjetivos para las fugaces descripciones intercaladas.
Me gusta el cuento a pesar de su evidente pastelosidad; no puedes hacer una tarta sin azúcar, así que no hace falta que justifiques tu virilidad. Breve, sencillo, bonito, tópico, mentiroso (la fuerza que mueve el mundo, cof, cof). En definitiva, un buen cuento.
Pero con "cada molécula de H2O" se te ha visto el plumero. Tela. Como un melanoma negro carbón en mitad de un campo de nevus marrón claro.
jajajajajaja gracias por tan elaborada crítica
ResponderEliminarEl amor es la única enfermedad que necesitamos. El ser humano no se enamora, se trastorna. No somos más que meras necesidades de otras personas, y de ellas saciamos las nuestras de paso.
ResponderEliminarPor otra parte, una vez me dijeron que "todo es energía". La energía es verídica, y según la manera en que la usemos, esa "enfermedad del amor", será más o menos llevadera, durando lo que tenga que durar.
Tienes razón en una cosa, tu cuento es breve, pero da mucho en que pensar.
ResponderEliminarF.
gracias a todos!
ResponderEliminarAnte todo, felicitarte por la fabulosa idea que has tenido en abrir un blog y compartir con nosotros aquellas ideas, sentimiento y emociones que deambulan por tu cabeza.
ResponderEliminarEn este cuento puede apreciarse lo sentimental que puedes llegar a ser, y bonito es poder expresar uno lo que siente sin tener que sentirse cohibido. Pero, desde mi punto de vista es un poco melindroso, los adjetivos utilizados pueden llegar a ser los correctos si todo este mundo fuera tan bonito y feliz como tu plasmas en el cuento, pero realmente dudo que sea así.
Deberíamos disfrutar de las cosas importantes que nos ofrece la vida y dejar a un lado lo que no nos aporta nada en absoluto.
Gracias por la crítica. Trataba de llevar a cabo una metáfora sobre el amor y poco más, pero es cierto que puedo transmitir una visión simplista/errónea del mismo.
EliminarSi durante la lectura de cuatro párrafos has conseguido sacarme del planeta a un "Topos uranos" esto ya mereció la pena. Vivan las utopías y vivas tú.
ResponderEliminarPalante con el proyecto.
Abrazo.
"Dicen que el tiempo y el dolor nos vuelven sabios, y lo mismo les pasa a las flores, incluso cuando tienen el corazón roto."
ResponderEliminarSencilla y profunda, esta discreta frase contiene la esencia que identifica todo cuento.
Ni rastro de vena macabra.
Me gusta como escribes, diferentes temas y frases que hacen pensar.
ResponderEliminarEste me ha gustado. Bonito final para un curioso suceso.
Enhorabuena por el blog! Seguiré visitándolo
Virginia