miércoles, 27 de septiembre de 2017

¡Dos Poemas!

#elclubdelospoetasvivos

Galones


Mi bisabuela rechazó a un prestigioso poeta por un tipo

que la hacía sentir mujer cuando arqueaba las cejas.
Al respirar era capaz de arrancarle pedazos de alma
a las personas que tenía cerca.

Mi bisabuelo boxeaba por dinero y salía a pescar los días de tormenta
en un bote cochambroso, la virgen del Carmen lo protegía o eso decía él.
Era capaz de levantar a pulso la furgoneta con la que repartía gaseosa.

Mi abuela cantaba mientras ponía el tendedero, y el patio interior
de aquel bloque de pisos encalados y minúsculos
se llenaba de rostros que la contemplaban con mudo respeto.

Mi abuelo reparó el mismo reloj de sol durante quince años,
después de hacer las tareas de casa,
para que unos vándalos lo volvieran a destrozar.
Un tipo cariñoso y metódico que una vez se peleó en el trabajo.

Mis padres accedieron a una formación universitaria
y fueron el orgullo de sus familias.
Mi madre se doctoró sacando dos críos adelante,
y no sabría decirte las tardes que vi estudiar a mi padre.

Esos son mis ancestros inmediatos, 
Y esos son sus galones.
Sus grandezas cotidianas,
Lo que vive dentro de los que los viven y los vivieron.

Para que me entiendas. 
Cuando me muera, 
Ojalá me recuerden por la luz de mis ojos,
Lo franco de mi apretón de manos,
O que reaccioné con humanidad
En una situación complicada.
No hay muchas más cosas que importen ni necesito otras medallas.



La diosa defenestrada


El ser humano siempre tuvo la necesidad de ir más allá.
De dar sentido, de encontrar la trascendencia.
Hicimos del sol un Dios, y del mar, y del viento.
Hicimos un Dios de lo que percibíamos como un eje de nuestra existencia.
En las estepas heladas de Kirguistán 
Las tribus nómadas adoraban a las rocas,
Por ser lo único que mantenía color y forma en un paisaje blanco y homogéneo.
Por ser un eje, por conservar su fuerza.

¿No era entonces lógico
Que yo sacralizara tus pasos
Por venir a dar color a mis días oscuros y herméticos?
Si soplabas mis velas en mil lunes de calma chicha, 
Si eras la belleza axial de mi rutina esteparia,
Cuando te convertí en una Diosa con la capacidad de fallar
Seguí, en última instancia, los designios de mi naturaleza.

Si se hubiera arrancado a los egipcios de las orillas del Nilo,
Si el Amazonas les hubiera sido dado a conocer a los aborígenes kirguisos,
¿No hubieran dudado? ¿No hubieran relativizado?
¿No se hubieran enfrentado con maravillosa incertidumbre
A un mundo lleno de variables ignotas y cambiantes?
Y sus Dioses, sus ejes, se acabarían tornando irrelevantes.

De la misma forma, acabé apreciando los matices de la existencia,
Y entendiendo, al vivir en diferentes entornos, 
Que un hombre atormentado no puede emplear el amor
Como bálsamo para redimirse de su circunstancia
Y que el eje de una existencia es algo complejo y desconocido
Que no ha de ser depositado a la ligera.

Y ahora, tras haber defenestrado a mi Diosa,
Me hallo en calma, asumo mi culpa de enamorado y de ignorante
Y queriendo encontrar respuestas, por fin
Estoy preparado para comenzar a hacer preguntas.



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