Vine a verte con las manos llenas de sangre,
Después de pelearme con un león en las puertas de un bar en
Nemea.
Olvidé la espada junto al cadáver de la hidra de la desidia,
(cuando pensaba que me libraba de ella, volvía como
duplicada)
Y aún arrastro heridas de cuando me caí desde el Sol,
con esas alas untuosas que le alquilé a un tal Ícaro.
Deambulando, maníaco, por las entrañas de Creta,
acabé a trompadas con un hombretón ansioso que portaba una gran
cornamenta,
Y me jodí el músculo de atrás del tobillo
(nunca recuerdo su nombre)
luchando en Troya por una reina que no era digna de tu
sombra.
Tuve un amor breve en Ítaca,
Y después de agarrarme una melopea monumental
con un grandullón bonachón con un solo ojo
por momentos sentí que El Mar estaba enfadado conmigo.
Conocí a un poeta ciego que dijo que un día cantaría mis
desventuras.
Me enfrenté a la mujer con la mirada más penetrante del
mundo
y me costó, pero cuando conseguí que se mirara a sí misma
con la intensidad con que miraba al mundo todo fue más
fácil.
Dijeron que fue ingenioso.
Conozco el amor, la suerte, la tragedia y la desventura,
Perdiendo más que ganando, pero tratando de seguir fuerte,
Tratando de seguir adelante. Y todo eso lo hago por ti.
Yo me dejaría la vida separando Ceuta de Gibraltar
si con ello fuera a conseguir tu aprobación,
Pero por lo visto se me adelantó un tal Hércules
hace como 4000 años.
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