sábado, 26 de abril de 2014

No me arrepiento

El otro día un amigo me dijo lo siguiente: "Tío, creo que le dedicas demasiado tiempo al rugby. Estás medio llevando un equipo en la liga provincial, los entrenamientos, los partidos... ¿No crees que algún día vas a arrepentirte de todo esto?" Yo sonreí y le quité importancia. Pero ahora me ha venido a la cabeza y quería compartir una pequeña reflexión con vosotros.

Dentro del vestuario de un equipo de rugby, el lenguage cambia. Las miradas pueden brillar como siderúrgicas vascas o ensombrecerse como una tormenta en alta mar en cuestión de segundos. Las palabras son pocas, concisas, y suenan como el chasquido de la madera al romperse. No hay bromas. No queremos que haya bromas. Entrenamos sin medios, dejándonos la piel en un parque lleno de piedras y desniveles. Sacrificamos horas de estudio o cambiamos turnos de trabajo por estar en ese vestuario, queremos estar en ese vestuario. Sentimos que tenemos que estar en ese vestuario. Yo en el mundo exterior soy un estudiante de medicina aficionado a la literatura y al deporte, pero ahí dentro soy un soldado. Y lo mismo pasa con mi compañero, que estudia otra carrera, con el que es ingeniero y tiene su propia empresa o con el que trabaja de camarero en un bar. Ahí dentro el rango te lo dan tus cojones y tu experiencia. El umbral que cruzas al entrar en ese vestuario es también un umbral social e ideológico, pues pasas a formar parte de un universo en el que las palabras honor, disciplina, y coraje son algo más que fonemas. Son las tablas de Moisés. Son un código que nos grabamos a fuego en el cerebro. Son el camino.

Y eso es así en el equipo en el que juego y en todos los equipos en los que he jugado. Y no piensas en las lesiones, en fiestas, en el mal tiempo o en la Champions. Piensas en salir ahí fuera y dar lo que tengas, y cuando todo acaba piensas en emborracharte con el tío que tienes enfrente como los vikingos se emborrachaban en el Valhalla con el que por el día los había matado en combate sabiendo que al día siguiente volverían a luchar a muerte y así es este eterno y sagrado círculo al que nos encomendamos.

¿Qué son quemaduras en mi piel? Mi piel no puede quemarse porque está hecha de césped ¿Qué lesión podría afectar a mi aparato locomotor? Si cuando entro en el campo me olvido de mis tendones, de mis músculos, de mis huesos, de mi sangre. Mi cuerpo está hecho de tierra, de polvo, de barro, de sudor, de trabajo. Peleo por mi y por el que tengo al lado. Peleamos, jugamos, vivimos por los que nos rodean. Por nosotros, porque en el fondo de nuestro corazón sabemos que es lo único que tenemos. Por eso no me arrepiento del esfuerzo que me supone dedicarme a este deporte. Lo que me llevo de ese vestuario, de ese campo, de ese tercer tiempo, trasciende al propio deporte. Me llevo amigos. Me llevo valores. Me llevo recuerdos imborrables, buenos y malos. Y eso justifica los madrugones, las mañanas de barro y golpes, los lunes cojeando en la facultad, o levantarme a estudiar a las siete teniendo que parar a las diez porque juego a las doce.

Y cuando la vida me da un golpe, sonrío enseñando los dientes y me esfuerzo el doble.
Y cuando mi adversario es mejor, lo acepto con humildad y continúo trabajando.
Y cuando mi amigo no puede, lo ayudo.eso 
Y hablo con franqueza, mirando a los ojos. Y sonrío con sinceridad. Y no disfrazo mentiras de verdades valiéndome de humo y frases graciosas.
Y no dejo que me digan que no puedo. Eso nunca.


Así que ya ves, amigo. Yo le di al rugby corazón y trabajo y él me devolvió todo esto. Así que no, amigo. No creo que me arrepienta.

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