viernes, 30 de mayo de 2014

La vida

El cincuenta por ciento de batería que le queda a mi ordenador, mi menisco roto que cruje a cada paso que doy, mis ojos cansados ante la pantalla blanca, blanca, blanca.

Mis zapatillas rotas y con manchas perennes de barro, mis libros que amarillean y tienen el lomo gastado, el remiendo de los vaqueros que vuelve a caerse.

Las sábanas de colores no tan vivos como antaño, que se deshilachan por las comisuras. La pared del pasillo, que necesita una mano de pintura. Un cojín roto que pierde algodón.

Mi corazón, amigos. Mi corazón, joven si le preguntas a un cardiólogo, a veces viejo, según a quién le preguntes. Y cansado, cansado, cansado.

Todo. Hoy todo me recuerda que los excesos pasan factura, que existir, con intensidad, con todas las letras, desgasta.


Pero es la vida, nunca pedí y nunca me ofrecieron otra cosa. Conque saco mi mejor sonrisa cansada y silbo suavecito mientras pienso “no hay excusas”. Y voy a leer un rato. Mañana será otro día. Quizá nos veamos ahí fuera.

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