Siempre estaré ahí (o una declaración de intenciones que se quedó en nada)
Te dije “Siempre estaré ahí”.
Y estuve ahí, en los lunes de ojeras
Y en los martes de desidia,
En los miércoles de paciencia
Y en los jueves de esperanza,
En los viernes de gloria
Y en los sábados de fracaso.
En los domingos de reposo.
Estuve ahí, cuando me necesitaste y cuando no.
Estuve ahí cuando tus otros amigos
Te abrían puertas cuya existencia yo desconocía,
Estuve ahí cuando el humo verde vino para quedarse
Y comenzó a nublar tus pupilas.
Y ahí seguí cuando el demonio comenzó a soplar
Ese maldito polvo blanco sobre tu vida.
Ahí seguí mientras tu silueta y tu DNI
Se desdibujaban paulatinamente.
Ahí seguí, para ti, aunque ni tú sabías quien eras.
Y ¿Sabes lo mejor?
Yo sigo aquí, amigo.
Te dije “Siempre estaré aquí” y estaré aquí siempre.
Pero cuando te miro no te veo.
¿Dónde estás?