sábado, 12 de julio de 2014

Cuando vienen las ideas

Normalmente las ideas me vienen de noche, tarde, cuando casi no soy yo. Cuando el sueño tira de mi conciencia es cuando se destapan mis ideas, y sin el arropo de una personalidad quizá demasiado imbuida de formalidades, protocolos y demás enseres de occidental moderno, mis ideas dejan de dormir. Y bullen, laten, se agitan, muerden, trepan por debajo de mi piel y se asientan algo arriba del hipotálamo, y en ese momento dejo de ser un tipo de ciencias para convertirme en algo más, en algo menos, en un alma que vaga buscando el paraíso perdido de John Milton, en el superhombre de Nietzsche, en el simbionte de Spiderman, en el hombre que dibujó la cuarta dimensión y pudo explicárselo a sus congéneres. En ese momento soy la ataraxia.

Cuando se despiertan mis ideas... Mis esquemas mentales dejan de requerir empirismos para esbozar una realidad convulsa, soy consciente del vacío plagado de radiación y polvo estelar en el que flota esta esfera de piedra y agua habitada por carbono que interactúa y que siente. Percibo como una serie de reacciones químicas exotérmicas cuidadosamente ordenadas y unidas a pequeñas descargas eléctricas secuenciales dibujan una ilusión de conciencia y de vida. Esas mismas reacciones y descargas que me hacen escribir esto. Veo al pez que se convierte en mono, al mono que subyuga al mono, al grupo de monos que se convierte en el de hombres y al imperio de hombres que se alza para luego caer. Veo al pez morderse la cola, soy el pez mordiéndose la cola, la piedad de Miguel Ángel, los asesinatos de Charles Manson, la poesía de San Juan de la cruz y los abismos a los que se asomaba Rimbaud. Lo bello y lo horrible, lo espiritual y lo obsceno dejan de tener sentido, la coherencia pierde su significado. Cuando se despiertan mis ideas...

Y de repente vuelvo a ser yo, o lo que normalmente concibo como yo. Un tipo que está terminando una formación universitaria destinada al cuidado de los demás. Un tipo con delirios y con esperanzas. Un tipo de grandes defectos y virtudes atípicas. Un tipo que se abraza a su insomnio y contempla la inmensidad de la ciudad, esperando que el sudor se le seque y que el corazón deje de galoparle como un caballo desbocado.

JMMO, 12/07/2014