lunes, 30 de diciembre de 2013

El cerebro del lagarto

     Hoy quiero escribir sobre la agresividad. La propia palabra ya suena agresiva, a decir verdad. A-gre-si-vi-dad. Como siempre que reflexiono sobre algo, me gusta saber qué significado tiene y qué significados le damos, conque acudo a www.wordreference.com, tecleo las once letras correspondientes y me encuentro con dos posibles acepciones que aparecen en mi pantalla:

1.-Tendencia a atacar o actuar con provocación y violencia.

2.- Fuerza, dinamismo o decisión para emprender algo y afrontar sus dificultades.

     Coincidiréis conmigo en que socialmente la primera acepción prima con mucho sobre la segunda. Vivimos en un mundo en el que la agresividad es vista como un defecto. Cuando una persona es agresiva en su comportamiento, tendemos a alejarnos de ella, a considerarla peligrosa e infeliz. Cargamos la agresividad de connotaciones negativas. Cuando sentimos agresividad la negamos, la repudiamos, la queremos suprimir, reprimir, eliminar. Y creo que no hacemos bien.

     La agresividad es necesaria para la supervivencia si le hacemos caso a Darwin. Nuestra estructura cerebral más básica y arcana, según Paul D. MacLean, reconocido neurocientífico americano, es el cerebro reptiliano, situado en el tallo cerebral, compuesto por una serie de estructuras (amígdala, fórnix, etc.) con las que no os quiero aburrir. Nuestro cerebro  reptiliano no piensa, no siente, no duda: exije. Regula las funciones fisiológicas más básicas y necesarias para nuestra supervivencia: Control hormonal y de la temperatura, hambre, sed, respiración, sexo, detección de amenazas, respuesta frente a las mismas. Agresividad.

      Hace cincuenta mil años, el macho que sobrevivía era el más agresivo. Eso, a su vez, le permitía reproducirse, puesto que la hembra detectaba su fuerza y buscaba cobijo en su brazo, hijos fuertes, seguridad. Nuestra sociedad ha cambiado y ahora no hace falta matar a nadie para sobrevivir, y la mujer se halla al mismo nivel que el hombre en lo social y en lo laboral (o al menos debería, pero eso es otro tema). Somos civilizados, tenemos un sistema de justicia que nos garantiza que nadie llegará un día y se quedará con nuestros bienes o atacará a nuestras familias. Nos hemos adaptado.

     Y eso ¿Ha hecho que nuestro cerebro de lagarto involucione? ¿Ha modificado nuestros patrones conductuales? No, amigos. Nuestra agresividad también se ha “adaptado”. Ahora ser el más fuerte o el mejor luchador es equiparable a conducir un BMW descapotable o a tener un salario con cinco cifas. El fuerte no roba comida al débil, pero tu jefe puede chillarte y hacértelo pasar mal si no cumples los objetivos que te asigna. En general, ningún tipo va a agredirte físicamente de buenas a primeras, pero ese compañero pedante te habla mal a diario porque siente que puede hacerlo. Una tribu más numerosa que la tuya no va a echarte de tu campamento, pero un tipo desde una oficina puede ordenar que te quiten la casa si te es imposible pagarla por unas condiciones injustas que además te han sido impuestas. La clase política, sin ir más lejos, consta de unos privilegios inmerecidos que defienden con su ejército de banqueros, juristas y cuerpos de seguridad afines. Vivimos en un mundo gobernado por lagartos que no sienten, no se replantean nada, no dudan. Exijen.

     No tengo mucho más que decir, pero pensadlo. Tenéis que ser agresivos. Defended vuestro trabajo cuando es bueno. Defendeos de las injusticias de los poderosos. Reconciliaos con vuestro cerebro de lagarto, porque el día que os veáis sometidos a una situación extrema, física o psicológicamente, él será vuestro mejor aliado. Todos tenemos dentro algo frío y conciso que defiende nuestra integridad y nuestro bienestar a cualquier precio. Lo necesitamos igual que necesitamos que nuestro cuerpo nos pida comida para seguir viviendo. Así que este es mi consejo: Si el objetivo es difícil ¡Aprieta los dientes y avanza! Si esa chica te gusta ¡Díselo! Si eres víctima de una agresión ¡Defiéndete! Si crees que lo mereces ¡Cógelo! Y siéntete en paz con tu cerebro de lagarto.

domingo, 29 de diciembre de 2013

Domingos

Un poema que escribí hace tiempo, impropio para estas fechas, pero me gusta igualmente. Dedicado a los que palian con desidia con una tarde de domingo que parece hecha de alquitrán. A los que se enfangan en el tedio del crepúsculo con la certeza gris de un Lunes que no dibuja sonrisas. A los que se retuercen entre las manecillas del reloj. A los que se quedarían sentados en un anillo de Saturno con los pies colgando en el infinito, contemplando como la galaxia gira y las estrellas explotan. A los que sienten el retumbar de su corazón como el tambor de una galera de esclavos que tiene por destino la rutina.


Domingos

Los domingos, la humanidad no ofrece alicientes.
El Sol sucede a la Luna (anoche le enseñé los dientes)
Manifestantes, votantes, borrachos, delincuentes,
Se incorporan mañana a su rutina
Yo busco mi alma (caliente, caliente).
Ayer la perdí en una esquina.

Los domingos, resacas y espinas,
Amores de “no me acuerdo” e historias de “no sonrías”.
Barrigas llenas pero almas vacías.

Los domingos, amnesia y mal aliento,
Llamadas cortas “¿Te desperté? Lo siento”

Y la humanidad sigue en movimiento.



Y aquí una canción acorde al tema tratado.

sábado, 28 de diciembre de 2013

La flor y la gota.

Siempre me han gustado los cuentos. Cuando están bien escritos se hacen amenos y en pocas palabras guardan mucho en lo que pensar. No he escrito demasiados, supongo que porque la vena macabra acaba aflorando y recuerdo más a un Antón Chéjov sin talento que a Jacob o Wilhelm Grimm en plena forma. También es lógico, si supiera escribir bien me estaría dedicando a ello y no abriendo un blog en una cuenta de google y contándolo por facebook. En fin, sin más divagaciones ni dilaciones quería compartir con vosotros un cuento que escribí hace unos meses y que solo le enseñé a algunas personas cercanas. Agradecería que escribierais cualquier crítica constructiva que se os pase por la cabeza. Ojalá lo disfrutéis ¡Y a pasarlo bien, que es el último sábado del año!

La flor y la gota

“Érase una vez una gota que cayó sobre una flor. De una nube, quiero decir, como caen las gotas, y el caso es que en lo que tardó en deslizarse desde los pétalos a su cáliz se enamoró perdidamente de ella. Cada molécula de H2O se enamoró profunda y perdidamente de los grupos carbonatados que desprendían vida en el pistilo que latía en el interior del capullo, y hasta aquí parece una historia normal. Lo que hace a la historia maravillosa y apasionante es que la flor se quedó prendada por la suavidad con que la gota la recorrió y, sin pensarlo, dejó que su savia hablara por ella y le juró amor eterno, y se enamoró profunda y perdidamente de ella, le gritó al cielo que la amaba y escupió polen mientras convulsionaba entre la agonía y el éxtasis dibujando formas de amor en el firmamento. Como suele pasar en este tipo de historias, el tiempo pasa y las desgracias acaecen. Es bien sabido que las leyes nunca se han entendido con los amantes, o viceversa, y no hay ninguna ley tan inexorable ni inevitable en este planeta (que es donde transcurre la historia) como la ley de la gravedad. De modo que la gota, que fracasó en el intento de adherirse a la flor durante toda la eternidad, fue a estrellarse contra el suelo, donde estalló en mil esquirlas de diamante que refulgieron durante un segundo que a la flor se le hizo eterno. Mil esquirlas que parecían dibujar un corazón instantes antes de desaparecer.

Tras la muerte de la gota, la flor quedó desolada. Ni abrir sus pétalos a su amigo el Sol quería, tan grande era la tristeza que la embargaba. Ni entrelazar sus raíces en su madre la Tierra, tan honda era la pena que se apoderó de ella. Pasaron los días, y fue perdiendo belleza y vida a partes iguales. La flor se marchitaba.

Dicen que el tiempo y el dolor nos vuelven sabios, y lo mismo les pasa a las flores, incluso cuando tienen el corazón roto. Poco a poco entendió que dejarse morir no la haría recuperar a la gota que, en tan solo un instante, le había robado el sentir. También pensó “Si ella estuviera aquí no querría verme de esta forma” y volvió a lucir y a abrirse, si no con la misma energía de antes, al menos con la misma buena intención. Al abrir de nuevo sus pétalos y sus raíces, sintió un contacto familiar y conocido que la llenaba por dentro y la colmaba poco a poco de cariño y energía “No puede ser” se repetía a sí misma al notar como la gota vivía dentro de ella, estaba en el aire, en el suelo, en la savia “No puede ser” pero así era.

La gota vivía dentro de ella. Fuera de ella. La gota era ella. Las mil esquirlas de diamante estaban y no estaban con ella. La gota no existía, pero estaba con la flor, sólo que de una forma diferente. En vez de seguir su camino por la tierra y acabar con sus hermanas formando parte de algún río, la gota, por amor, había decidido dejar de existir como tal para formar parte de su amada y de esta forma darle vida. En forma de vapor de agua, acariciando los poros de sus hojas. Diluida en la tierra, besando sus raíces. Siendo savia viscosa, reafirmándola por dentro. Así, la gota vivió con la flor, en la flor, hasta el fin de los días de ésta. Hoy día viven las dos en lo profundo de la tierra, felices y satisfechas de saber que todo cuanto vive sobre la superficie del globo obtiene su energía y se asienta sobre ellas. Sobre el sacrificio de la gota. Sobre el amor que ambas sienten. Porque el amor es la fuerza que mueve el mundo”







viernes, 27 de diciembre de 2013

Introducción

Buenas tardes, o buenos días. Nunca sé bien qué decir a esta hora. Lo primero de todo supongo que será presentarme, aunque si estás leyendo esto será porque me conoces, y no porque (aunque ojalá) de entre las millones de páginas que pueblan la Red has acabado en ésta.

Me llamo Jose, y no os voy a contar qué estudio, ni cuánto mido, ni en qué tipo de tugurios me emborracho cuando salgo. Al menos no de entrada. Aunque puede que acabe haciéndolo. Da igual. Sí os voy a decir que me gusta escribir e interaccionar con el espíritu humano, que, muy a mi pesar, está, o al menos percibo cada vez más diluido en ese concepto vacuo e insulso: "gente" que llena el mundo, esos estándares cuyo no cumplimiento conlleva un crimen social con el correspondiente exilio, en fin, supongo que sabéis de lo que hablo.

"Delirios De Cerveza" nace con la intención, o al menos con la esperanza, de interactuar con ese espíritu humano que en general no encuentro. El nombre, además de ser un juego de palabras bastante tonto, tiene su qué, os lo explico:

La primera acepción para "Delirio" según la RAE es "Acción de delirar". Y si buscamos "Delirar" en la RAE obtenemos, TACHÁN: Desvariar, tener perturbada la razón por una enfermedad o una pasión violenta. Me parece que viene al dedillo. Aquí estoy, escribiendo desvaríos o manifestando mi pasión violenta por una idea que a muchos parecerá incoherente: Interactuar, sin tapujos, con personas.

Cerveza: ¿Por qué no? A mi me encanta y, aunque los hay que prefieren café, yo creo que una buena rubia suele regar las gargantas cuando éstas dan lo mejor de sí y dicen las cosas que merecen ser recordadas. Echar una cerveza con un amigo es bonito, cercano, parte de nuestra cultura y de mi modo de vida. Y yo aquí os ofrezco echar una cerveza con mis delirios, y que así nos conozcamos.

Sin más, espero no haber resultado aburrido. Si os interesa y si mi voluntad e inspiración se mantienen inquebrantables, escribiré reflexiones, poemas y cuentos en este blog. Y quizá encuentre retazos de ese espíritu humano que casi nunca encuentro. Quién sabe.